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Como el pez payaso y la anémona.


ISTOCKPHOTO/THINKSTOCK

El pez payaso, comúnmente conocido como «Nemo», es una de las pocas especies que puede tolerar el veneno de las anémonas. Lo cual, además de permitirle anidar y vivir en sus tentáculos, lo protege de diversos depredadores de mayor tamaño que no toleran el veneno. A su vez, el pez payaso (Nemo) protege a la anémona de los peces mariposa que se alimentan de ella y de otros depredadores pequeños, de los que la anémona no puede defenderse. Básicamente una de las relaciones simbióticas más fantásticas que existen. Y de igual forma que estas dos especies han construido una relación en la que ambos organismos salen beneficiados, la de Edward Hopper y el cine no es para menos, aunque sin tentáculos venenosos.


Edward Hopper (1882 - 1967) nació en Nyack, Nueva York, un año después que Picasso, pero su obra artística no tiene nada que ver con el revolucionario pintor andaluz. En su juventud viajó a Paris, capital artística por eso años, pero las vanguardias artísticas europeas no le supusieron una influencia determinante, ya que, Hopper siempre se mantuvo dentro de la pintura figurativa. Toda su obra se desarrolló sin apenas variaciones, ajeno a las novedades creativas tanto europeas como americanas. Incluso se oponía al arte abstracto de Mark Rothko o Jackson Pollock.


Pintor del espacio, la luz y de la soledad. Su pintura nos muestra un paisaje típicamente estadounidense formado por motivos urbanos, gasolineras, bares, moteles...en los que puede intuirse la melancolía. La soledad que caracteriza, según Hopper, al individuo urbano del siglo XX.


Su mirada representa una visión poco complaciente, opuesta a la reflejada por la mayoría de pintores de su época. Mientras muchos reflejaban la cara amable de Norteamérica, Hopper que «ha visto» el lado oscuro, reflejaba el drama individual y cotidiano.


Los 20 mejores cuadros de Edward Hopper por Todo Cuadros.


Esta pintura narrativa no tardó en hacer eco en la mente del director británico Ridley Scott (1937 - ) quien dirigió y creó el universo de Blade Runner (1982), adaptación de la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?


«Estaba constantemente meneando una reproducción de esta pintura en la cara del equipo de producción para ilustrar el aspecto y el estado de ánimo que estaba buscando».


Con esta declaración sobre la pintura «Nighthawks», Ridley Scott deja más que clara la importancia de la icónica pintura del artista neoyorquino para crear la atmósfera de Blade Runner.


Nighthawks de Hopper (izq.) y Blade Runner (der.) Juan Cairos (2016)


Una atmósfera donde según Hopper vemos a los personajes retratados afectados por sucesos ocurridos con anterioridad y que además no pueden evitar la presencia y continuidad de lo que les rodea. Hopper representa la alienación consustancial de la vida moderna, la convivencia impersonal en las grandes urbes, la soledad vivenciada mientras estas rodeado de gente. En la película podemos observar que las declaraciones que hace Hopper sobre su obra se cumplen perfectamente.


Pero no solo el cine se alimentó de Hopper. Este, cinéfilo empedernido, también obtuvo beneficio del séptimo arte, tanto que, resultó ser para el pintor norteamericano una gran fuente de inspiración. Reconoció su admiración por films como Los niños del paraíso de Marcel Carné (1945), Forajidos, de Robert Siodmak (1946), El Halcón maltés de John Huston (1941) o Marty (1955) de Delbert Mann. Estas películas le inspiraron directamente algunos de sus trabajos más significativos. Además, su deuda con las películas del cine negro de la gran época de Hollywood, anterior a la caza de brujas promovida por el senador McCarthy, resulta visible en muchas de sus pinturas.


En resumen, Hopper y el cine resultan ser, básicamente, otra de las relaciones simbióticas más fantásticas que existen.


Art Institute of Chicago. BMP.


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